Si normalmente a los sistemas de producción de energías
renovables se les otorga un beneficio claro, la disminución de la carga
contaminante provocada por los combustibles fósiles, en el caso de la biomasa
existen otros beneficios como propiciar el desarrollo rural y proporcionar el
tratamiento adecuado de residuos, en algunos casos contaminantes, o gestionar
los residuos procedentes de podas y limpiezas de bosques limitando la
propagación de incendios.
El aprovechamiento de la masa forestal residual como
combustible para calderas de biomasa es una de las soluciones para facilitar el
saneamiento de los bosques. En este último caso podrían incluirse los rastrojos
y podas agrícolas, cuya quema tradicional en el campo conlleva un riesgo
añadido de incendios, y que pueden encontrar un nuevo mercado en la producción
de energía.
Otro aspecto a tener en cuenta es la posible reforestación
de tierras agrícolas o desforestadas con cultivos energéticos, herbáceos o
leñosos, con destino a la producción de biomasa, que aumentarían la retención
de agua y la disminución de la degradación y erosión del suelo. Respecto a las
aplicaciones energéticas, las calderas modernas de biomasa no producen humos
como las antiguas chimeneas de leña, y sus emisiones son comparables a los
sistemas modernos de gasóleo C y gas.
Fuente: Ciclo de la biomasa
La composición de estas emisiones es básicamente parte del CO2 captado por la planta origen de la biomasa y agua, con una baja presencia de compuestos de nitrógeno y con bajas o nulas cantidades de azufre, uno de los grandes problemas de otros combustibles. La mayor ventaja es el balance neutro de las emisiones de CO2, al cerrar el ciclo del carbono que comenzaron las plantas al absorberlo durante su crecimiento, ya que este CO2 sólo proviene de la atmósfera en la que vivimos y necesita ser absorbido continuamente por las plantas si se desea mantener en funcionamiento la producción energética con biomasa.
Según datos del PER, en el año 2010, con
un incremento de la potencia eléctrica con biomasa de 1.695 MW y un incremento
en la energía primaria procedente de biomasa térmica de 582,5 ktep, las
emisiones evitadas de CO2 superarían los nueve millones de toneladas. Por otro
lado, todas las nuevas plantas cuya actividad principal sea el aprovechamiento
energético o la manipulación y transformación de la biomasa deben presentar un
estudio de impacto ambiental en el que, entre otras cuestiones, se constate las
características del entorno en el que se va a ubicar, el análisis del proyecto,
la previsión de las alteraciones y las medidas correctoras, los impactos
residuales y el plan de vigilancia.
Fuente: Energía de la biomasa
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